Hay una diferencia entre usted, lector, y un amigo (suponiendo
que no sea un amigo y lector): usted me importa menos. No en el aspecto
editorial, ya que mis amigos no suelen leerme y cuando lo hacen es para
criticar, pero sí en el personal. Todos tenemos distinto rasero para la misma acción en distintas personas.
Esto, razonable en el ámbito personal, es lo que un gran
número de gente hace en su día a día. Si Susana Díaz se apunta a un curso, es
una choriza; pero si Rajoy no se entera de qué pasa en su partido, le
engañaron. Al pobre. Si a un tipo le condenan a un año de prisión por robar
unas gallinas es desproporcionado (sin antecedentes ni entraría en la cárcel),
pero si otro, por quien es, lleva 19 meses en prisión a la espera de juicio nos
da igual. Claro que si decimos que ese hombre que lleva año y medio en prisión
provisional se llama Luis y el presidente del Gobierno le mandaba sms pidiéndole
fortaleza, la cosa cambia. Los hechos dejan de ser objetivos y se comienza a
pensar con el estómago.
La diferencia entre los legalistas y los que razonan con ideologías
-si es que esto es posible- es que mientras los primeros quieren que exista la
misma seguridad jurídica para todos, los segundos se convierten en gallegos: depende. Si es amigo, pobre hombre; si es un cabrón con pintas y abrigo de Al
Capone, lo tenía merecido. Algunos de los que defienden libertades civiles son los
que ven conspiraciones en el hecho de que un tipo pueda salir, bajo fianza, con
la instrucción de su causa cerrada y cumplidos 19 meses en prisión (de los 24 que
contempla, en principio, la ley).
La Justicia es ciega, o debería, y la gente olvida que los togados no deben diferenciar cuando es alguien al que se odia o se ama. Yo no tengo
ni idea de leyes, pero el riego me llega para comprender que un delito es el mismo
lo haga Pedro, mi vecino del quinto que siempre da los buenos días, o Luis ‘sé
fuerte’. Parece probable que Bárcenas, terminado el juicio, vuelva a Soto del
Real. O no, soy periodista, no juez. Pero si vuelve será como condenado. No
digo que no sea necesaria la prisión provisional, es obvio que sí, pero un país
serio es el que no permite (o, de nuevo, no debería permitir) largas estancias
en prisión sin sentencia firme. Y como alguno ha mencionado de
manera acertada, cabe recordar que Bárcenas ha pasado 19 meses más en prisión
provisional que Pujol o Urdangarin, entre otros.
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