Hemos vivido convencidos de que
en verano, bicicletas. Así se nos hizo creer y así lo aceptamos; a ver si no
quién se lo discutía a Fernán-Gómez. Las vacaciones también tienen sus rutinas
y si antes la exhibición era privilegio de unos pocos, hoy las redes sociales permiten
a cualquiera posar como Ana Obregón con la ventaja de no tener que ser Ana
Obregón.
Estar de vacaciones sin alardear parece
una fiesta de Gatsby donde no sirvan champán, como un cigarro que se fuma otro.
Presumir es Dominguín saliendo a todo correr a contar que se había acostado con
Ava Gardner, pero también una foto de piernas con el mar al fondo subida a
Instagram.
Un emisor que presume necesita
para existir de un receptor que rechine los dientes. Otra rutina española –y no
exclusiva del verano– es, precisamente, envidiar. Puede no ir más allá del
deseo de haber querido ser Dominguín o Ava, pero hay otro tipo de envidia que odia y
que suele incluir menciones malintencionadas a las madres y explicaciones al
porqué ellos sí y nosotros no basadas en la pura suerte o, en casos patológicos, en
la lucha de clases.
La mejor forma de presumir es la
involuntaria. Sin querer y sin publicidad. El otro día, al entrar al garaje de
mi casa, vi que una de las plazas por las que paso antes de llegar a la mía
estaba ocupada por un Porsche 911 Carrera nuevo. Tan impecable que hasta el
blanco de su matrícula parecía distinto al de cualquier otro coche. Desconozco el
dueño, pero si Ava Gardner fuese coche, sería ese.
Tiene a todo el bloque girando la
cabeza al pasar por su plaza y no sabemos quién es. El que presume de bronceado en las redes sale del anonimato porque busca la exhibición nominal, tan pública que la
crítica viene de serie. La aspiración es el porsche en el garaje y el anonimato
en la puerta. Ser sólo un vecino. ¿Será el hombre que saluda raro en el
ascensor o el que viste con alpargatas incluso en diciembre? Los envidiosos preguntan
qué hay que hacer para conseguir algo así. «Yo quiero ser como él» sin importar quién sea él. Por mi parte, soy demasiado
perezoso para dedicarme a la vida delictiva y demasiado periodista como para
aspirar al coche del vecino de forma honrada. Eso sí, mis vacaciones empiezan en una semana. Y tengo
Instagram.