Lo mejor para no tener que hacer
frente a ninguna obligación es no crecer. Un plan perfecto hasta que la
experiencia va y demuestra que eso es imposible. Por suerte, una solución no
tiene por qué ser realizable, del mismo modo que un bebé no siempre es riquiño pero sigue siendo un bebé.
Las obligaciones son tan
aburridas y difíciles de evitar como una comida familiar, y está bien que así
sea. Lo literario, lo que vende, es la rebeldía; nadie imagina al Código Penal
como número 1 en ventas y sin embargo, estamos comprometidos a cumplir lo que
en él aparece. El Estado de derecho es el hermano pequeño que tus padres te
endosan en vacaciones: te corta el rollo porque se chiva y luego pagas, pero no
queda sino aceptarlo y cargar con él.
Arnaldo Otegi, entre otras muchas
cosas, es un pésimo hermano mayor. No es una novedad y su derecho al pataleo es
entendible y uno, qué se le va a hacer, sonríe al verle en la televisión
refunfuñando. A los que me cuesta entender es a esa nueva tribu urbana que
habita entre platós de televisión, plazas
de barrio y «espacios intelectuales». Son los abajofirmantes.
Demostrado como está por la
ciencia que no crecer es imposible, la solución de su laboratorio de
superioridad moral para no tener que cumplir obligaciones es la de firmar
manifiestos. Una sentencia judicial, por ejemplo, la firma un único juez; pero
estos textos vienen rubricados por un número de personalidades no menor de 50. El
razonamiento cuantitativo les da la razón, ¿cómo va a tener razón una única
persona frente a tantos? No sé para qué hay jueces pudiendo opositar al cuerpo
de abajofirmantes o a tuitero estrella.
La moral incólume que se autoarroga
esta tribu es su único código, superior a cualquier tribunal, a cualquier
código redactado y aprobado. Ven en la inhabilitación de Otegi una alteración
impropia de una democracia occidental cuando, en realidad, no es más que la representación
más funcionarial posible de la normalidad. Es simple, para resumir: las
sentencias judiciales hay que cumplirlas. Suena aburrido, lo sé. Y menos mal.