lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Y un jamón!

Sabrán la historia. Un profesor habla de la curación del jamón en clase como ejemplo de lo bien que le sienta a la pata del cerdo el clima frío y seco de la sierra alpujarreña, un niño musulmán le dice que se siente ofendido con eso de mencionar al cerdo, tabú para él y el profesor le reprende, que ya elegirá él las comparaciones y explicaciones convenientes que para algo tiene la tiza por los cuernos y es el que manda borrar la pizarra.
Hasta aquí parece una de tantas historias absurdas que se dan en las aulas y que suelen terminar con los niños educados por familias bienpensantes pasando la mano por encima del hombro del ofendido diciendo que no se preocupe, que don Ramón es un carca y un facha y no piensa en los demás y que es abuso de autoridad lo del mamón de Ramón. Los otros, los avispados, le mirarán con la cara de este niño de dónde ha salido y se reirán de él en el recreo y durante cuatro meses más con la coñita del jamón de Ramón. Sin embargo, en esta ocasión, ni el profesor se llama Ramón (se llama José, pero no me rimaba) ni todo terminó en el ostracismo durante meses del niño que criticó el jamón -ahora los psicopedagilipollas dirán que promuevo el mobbing, cuando lo que describo son los recuerdos de mi infancia donde no existían palabras raras en inglés para denunciar lo que de toda la vida se ha llamado marginar por idiota- sino que ha terminado con una denuncia de los padres del muchacho contra el profesor por considerar que ultrajó el honor del chaval. Ni que le llamase moro y amenazado con una pata de jamón en ristre, ni que le hiciese comer por cojones unas lonchitas de jamón curado, simplemente usó el ejemplo del jamón para una explicación y en estas estamos.
La situación roza lo grotesco, imagino que para ustedes también, sin embargo un espacio en mi cabeza no deja de pensar en que cierta parte de la gente estará de acuerdo con la denuncia. Que qué clase de respuesta es esa por parte de un profesor, que menuda desfachatez y falta de respeto para con sus alumnos. Que en los mundos de Yupi que son el siglo XXI estas cosas no se pueden permitir y que ya está bien de tanto autoritarismo en las aulas, que el diálogo, la comprensión y la interactividad profesor-alumno son las nuevas formas de comunicación y no esa tontería de hablar cuando se te da la palabra tras alzar la mano. Si hemos llegado a esta situación es porque hemos degenerado tanto que creemos que antes de estar bien con uno mismo hay que estarlo con los demás y que es más importante sonreír y parecer un idiota sumiso que poner cara de mala leche y decir las cosas como son o como creemos que son. Y así se llega al punto de que creemos que tendremos la condescendencia de un juez y la lástima de la sociedad a la hora de que un profesor hable sobre jamón delante de un musulmán. Así las cosas no se podrá hablar delante de un judío de Jesucristo, de un hindú de filetes de ternera o de un cristiano de hogueras, por recordarle tiempos mejores. En tal punto está la sociedad que damos bombo a una majadería de unos padres que si se ponen así de radicales con un trozo de cerdo a saber cómo piensan acerca de inmolarse e irse con las 72 vírgenes que promete su religión tras llevarse por delante a occidentales carnívoros. No soy alarmista, por si alguien me quiere tachar con las etiquetas fáciles, sólo correlaciono actuaciones de mentes enfermas de buenrollismo que puede derivar en ese odio cerval a todo lo que no sea de uno, como el jamón o como las vidas de personas que no profesan la religión de Mahoma. Y ahora que le rían las gracias y le den palmadas al hombro al niño que se sintió ofendido porque se habló de jamón en un instituto. Sigue siendo verdad que es más peligroso un tonto que un malvado.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Gobernar al desgobierno

Pues menos mal. Por suerte rectifico a tiempo y todo gracias a Francisco Caamaño -ministro de Justicia, si no les suena el nombre créanme, eso que tienen ganado-. Ya me estaba viendo torpedeado a críticas y volviendo a ser el “facha”, nombre ya familiar para mí ya que lo usan mucho cada vez que me opongo a estas cosas que unos pocos ilusos de cabeza vacía llaman “progreso” y otros llamamos “gobernar de cara a la galería”. Porque no me entra en la cabeza que en una época de desastre generalizado los éxitos más llamativos de una España que es el payaso de Europa sean una ley del aborto, ser un don nadie en el ámbito diplomático bajo el dominio del “vale, lo siento. Lo que tú digas”, una antitabaco y el non plus ultra que demuestra lo progre y lo social que somos (no como Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos; anclados en la cultura retrógrada más casposa): la tontuna de reforma del Registro Civil que hace que los padres decidan el orden de los apellidos y en caso de no estar de acuerdo, pues carretera y manta: por orden alfabético, que para algo inventamos el abecedario.
Declaró el ministro que es “inconstitucional” la primacía del apellido paterno; y porque no he oído a Bibiana Aído, la ex miembra del Gobierno, que si no lo hubiese tachado de restos de la mentalidad franquista, machista, anacrónica y tozuda de los machos alfa españoles y que o empezamos a poner los apellidos femeninos delante o la violencia de género no terminará jamás. Pues eso, menos mal que me han avisado a tiempo de que es inconstitucional defender que las cosas sigan como estaban, porque pensaba hacerlo; y no ya por conservador, sino por lo innecesario de cambiar algo que la sociedad ni se pronunció ni se la espera porque, de verdad señores del Gobierno, a la gente se la suda.
La “conquista social y jurídica” que supone la norma, siempre según este Gobierno al que le quedan menos de dos años, lo único que va a generar son más disputas por ver qué mola más, si Gómez García o García Gómez, e imagino que García (papá o mamá o, por no ser más “constitucional”, progenitor A o B, tanto da) dirá que no está para nada de acuerdo con la idea, mezquina, de Gómez y así, por arte de magia de la “a” de García, ganará la disputa el progenitor A o B, tanto da, de apellido García. Perderá un matrimonio, pero su vástago extenderá una generación más la estirpe de los García. Eso sí, por mucho que las mujeres de bandera (dominantes, femeninas e inteligentes y conocedoras de todo su poder que supera, con creces, el de los hombres) se presten a tener por parte de los hombres hacia ellas la misma política diplomática que Moratinos con cualquier país, están abocadas a perder la batalla si éstas son de la estirpe de los Pino, Zafra o Ybarra. Aunque esas mujeres que saben de su fuerza y viven orgullosas de su condición -y no acomplejadas como todas las erizas- saben que es la menor de las batallas y que el respeto no se gana por tener un apellido delante del otro, sino en el día a día, y seguramente esa Pino, Zafra o Ybarra ya tenían asumido, si soñaban formar una familia, con aquel chico que les gustaba e imaginaba unos apellidos de carrerilla donde, sí, el Pino, Zafra o Ybarra seguían cualquier otro.
El ministro tiene suerte, su apellido comienza por la tercera letra del alfabeto, y a no ser que fecunde a una Albión, Aído, Albarrán, Arteta, Barragán, Blasco, Bermúdez o, por Dios, Borbón, su apellido será cabecera del infante. Si permite que se desplace Caamaño al segundo lugar del escalafón de apellidos será por una actitud de condescendencia para con su amada López, ya que él es una caja de valores y principios sociales y de progreso propios de este siglo XXI que tan bien está sentando a España.
Rediós, que alguien gobierne a este desgobierno de España y se preocupen, si es que pueden -cosa que dudo- de intentar que el país no se vaya más todavía a la mierda, porque hay mucha gente (cada vez más, según “los datos”) que lo que quieren es dar de comer a su hijo, no decidir el orden de sus apellidos. Si se dejasen de juegos de magia y cortinas de humo seguiría siendo un Gobierno patético, pero por lo menos lo intentaría, que es lo que se les dice a los niños cuando algo no les sale bien.

domingo, 31 de octubre de 2010

Con ánimo de ofender

No, no es original el título de la columna; así que los lectores de un tal Pérez-Reverte pueden ahorrarse los comentarios mentando a mi madre y acusándome de plagio porque lo hago con conocimiento de causa. Tanto que cuando el blog se abría estuve cerca de llamarlo así, pero compararme con el académico de la RAE, periodista y escritor es insultarle. Y me gusta el antiguo y con mala fama arte de insultar, pero no a quien se admira profesionalmente.
El caso es que Reverte ha sido objeto de crítica durante estos días en los que he andado desconectado y al enterarme me ha resultado curioso. La gente paniaguada, feministas erizadas por comentarios sin trasfondo machista alguno -éstas ven machismo hasta en el uso lógico del lenguaje al emplear el plural neutro-, los esclavos de lo políticamente correcto y beatos bienpensantes son tontos del haba y, desde luego, nada seguidores de los escritos de Arturo Pérez-Reverte. Cada uno tiene sus gustos literarios, si es que los tiene, pero escupir veneno por un comentario nada sangrante para lo que acostumbra el periodista es tener tal desconocimiento de uno de los escritores españoles más leídos de las últimas décadas que roza lo trágico en esa gente que se llama ‘cultura’.
El título de esta columna es, a su vez, título de un libro recopilatorio de artículos de opinión del lapidado escritor; dato, éste, que si fuese del conocimiento de la turba chillona habría cambiado muy mucho la cosa. Los ajustes de cuentas son sólo propiedad del que no tiene nada que perder; bien porque nunca lo ha tenido o porque rechaza cualquier privilegio que pudiese pertenecerle, y éste es el caso del dueño de la T mayúscula. No conozco -aunque espero hacerlo algún día- a Arturo Pérez-Reverte, pero estoy seguro que la libertad con la que escribe (“escribo con tanta libertad que me sorprende que me dejen” aparece en las contraportadas de Cuando éramos honrados mercenarios y Con ánimo de ofender) es resultado de su libertad personal. Nada atado a juegos políticos de lamerse los unos a los otros para garantizarse el pan, escribe lo que quiere y como quiere, lo que da por resultado obras y artículos generalmente mucho mejores que la obra de todos aquellos que ven la luz gracias a un peloteo que a mí, y sólo gasto 24 años, me empieza a hartar.
Está claro que todo esto se montó por ser quien es. Un escritor que posiblemente se dejó los complejos y el miedo al qué dirán en Sarajevo, que se despidió de sus jefes en RTVE con un “que os den morcilla” -y por escrito, para que no queden dudas-. España, la Historia se empecina en que lo aprendamos a base de pseudointelectuales, es envidiosa y tozuda. No soporta el éxito ajeno y éste es un botón más. Desde luego no pretendo defender a un cartagenero tan echado para delante con el teclado como en su antigua profesión porque el abismo que nos separa es tan grande que, como dije, sería ridículo. Pero es que la dictadura de lo políticamente correcto, ese poder establecido por decisión divina que nos dice a quién leer (Reverte carca, Ken Follet mola), qué beber, qué gustos tener, qué espectáculos ver llega tan lejos que se permite el lujo de criticar a uno de nuestros autores nacionales contemporáneos más leídos por su ideología “neoliberal de derechas”.
Escribo todo esto para decir que sí, que Moratinos fue un auténtico manta mientras fue ministro y lo fue más aún a la hora de despedirse porque no perdía a un amigo o a un familiar, sólo algún que otro privilegio. Y desde luego, me ahorro ataques ya que yo no soy nada conocido, sólo un periodista en paro con ínfulas de historiador -quizás por eso me guste tanto-, pero aunque me ataquen, yo seguiré yendo a los toros, girando la cabeza cuando vea a una chica guapa, abriéndole las puertas a toda mujer que vaya a entrar a la vez que yo a alguna estancia (aunque sea antiguo que te rulas y sólo me falte el sombrero de ala y el bigotón), leyendo a peroidistas españoles como Pérez-Reverte o Antonio Herrero y rehuyendo, por instinto, de todos los best-seller porque las dictaduras siempre han perjudicado la cultura; y mucho más peligrosas cuando, como en este caso, vienen disfrazadas del deseo de las masas.

domingo, 19 de septiembre de 2010

El Karma de los cojones

Odiado Karma:
Te escribo (el tuteo es intencionado) esta misiva partiendo de la base de que no creo en ti, pero con una mínima ventana abierta a que tu realidad sea la de este mundo -si ahí está Enric Sopena puedes tener las mismas posibilidades de influir en mi vida-. Quizá este primer motivo, el de mi descreimiento, es el que te lleva -repito, en caso de existir- a putearme. Imagino que mis dotes de liderazgo innato te molestan pero oye, ponte a la cola porque digo yo que a la Iglesia, dada mi trascendencia pública, le debe importar más que a ti que me cisque en ella de vez en cuando. Pero el caso es que ellos ponen la otra mejilla, como deben, y tú te dedicas a joderme. Te imagino en un sillón orejero, pipa en mano y Los Pilares de la Tierra en el regazo frente a la chimenea estudiándome: ¿Que ha quedado con una chica que le gusta? Bien, te reirás con ella, pagarás copas como un idiota, te contará sus problemas sentimentales y para casa previo paseo de chófer hasta la suya. O mejor: ¿Cómo? ¿Que se manda mensajitos de texto como los niños enamoradizos con una mujer? ¡Esto pasa de castaño oscuro! Pero sin problema, le pongo un novio al lado y a correr.
Así estás. Por desgracia no soy el único caso que conozco de ignominiosas actuaciones en pos de hacernos más difícil la existencia, aunque en parte, y ahora viene cuando me convierto en pedante, me ayuda a ahondar en la filosofía de vida del ad astra per aspera [a las estrellas por el camino más difícil]. Creerás, ingenuo de ti, que esta carta tiene por objeto pedir perdón e implorar misericordia para que mi vida, de aquí en adelante, sea un camino de rosas. Qué va, tío. Mi carta es para, por si no me oyes bien cuando lo hago en privado, cagarme en todos tus vivos y muertos, declararte guerra eterna y reírme de los pánfilos que creen en ti y piensan que el mundo pondrá a cada uno en su sitio a su debido tiempo. Además, te escribo para restarte méritos. Mi vida ya me la complico yo solito, no necesito ayudas externas para eso. Que últimamente me atraigan chicas con novio no responde a un maquiavélico plan que hayas creado, sino a que la conquista y el pensar que algo es imposible me resultan bastante más excitantes (no hablo de sexo, que fijo que eres un guarrillo) que el “¿estudias o trabajas?” con todas sus variantes que se dan en una discoteca. Y si de casi todo lo que opino la sociedad opina lo contrario tampoco creo que sea culpa tuya.
Estoy convencido de que si en ese hipotético caso, ya digo que remoto, de que existieses ya tienes preparada para mí una reencarnación odiosa. Hormiga seguramente; y la idea será, qué inteligente eres, macho, que sufra en mis carnes lo que vivieron los pobres insectos que martirizaba de joven en mi aldea de Galicia. Sí, entre patadas a balones, lecturas de Tintín o dejarme engañar por mi abuelo  para agarrar ortigas con la creencia de que sólo picaban si lo pensabas también mataba hormigas (y otros bichos que pasaban). Pero siguiendo tu lógica, hago un favor al mundo porque las hormigas no son más que gente mala, malísima del pasado. Así que igual con seis años aplasté a Hitler, Stalin, Napoleón alias Le Petit-Cabrón o a Fernando VII -cuánto placer me daría esto último- y me convertí en héroe de la humanidad sin querer. Aunque claro, volveríamos al ojo por ojo y en eso tú eres el especialista y único depositario de la fórmula.
Algún día, maldito cabronazo, existirá el Karma del Karma y te vas a cagar. Juro que como persona, hormiga o escarabajo pelotero removeré cielo y tierra para localizarte y cuando lo haga, ay cuando lo haga, no va a haber universo para que huyas. Todo esto, lo vuelvo a aclarar, en el extremo improbable de que de verdad estés entre nosotros.
Por último, a modo de despedida, te exijo que dejes en paz a todo Cristo y, sino puede ser y como me dan un poco igual, sólo a mi. Porque quiero ser (y de hecho soy) el único responsable de mis cagadas y mis aciertos. Quiero que si me gusta una chica pueda intentar conquistarla sin celestinos ni diablos a mi alrededor porque, como cantaba Loquillo, “me gustan las chicas que por condición necesitan tiempo y dedicación”. Es así, y si mi proyecto fuese enturbiado por tu sucia y rastrera mano no te lo perdonaría aunque me pudiese servir como excusa, al estilo de lo que hacen los papanatas del mundo sin fronteras armonizado multiculturalmente: “no, es que fue el Karma”. Tú no eres nadie.
No espero respuesta ni acuse de recibo a la carta, tampoco quiero. Vete a tomar por saco muy, pero que muy lejos de donde yo esté; y siéntete halagado -yo me siento como un loco- porque he dedicado una carta a algo que no existe. Adiós y hasta nunca.

martes, 14 de septiembre de 2010

Con la Guardia Civil no se juega

Hoy quiero hablarles de un cuerpo de seguridad -y fuerza de ataque si se ponen- que últimamente sale a la palestra por sólo dos razones: la muerte de dos de sus miembros y por tener unos “representantes colectivos” que les hace parecer ante la sociedad, si no fuese porque se empeñan en morir mostrando su compromiso de estar por sus santos cojones, unos llorones envidiosos de la Policía.
Los sindicatos de la Guardia Civil, al fin y al cabo es lo que son, tienen unas reivindicaciones históricas un tanto tontas que vienen de la cultura tan española del culo veo, culo quiero. Se aprovechan de la deriva social para mostrar como lógica la equiparación (no salarial, algo lógico) con la Policía Nacional en la unificación de escalas entre oficiales de carrera o de promoción interna.
Lo más extraño e inquietante de estos guardias que dicen representar a la Guardia Civil es que quieran ser policías. Para eso podían haber hecho una cosa bastante sencilla y tan fácil que hasta ellos lo entenderán: si querían ser policías nacionales la oposición a la que se tenían que haber presentado era la de Cuerpo Nacional de Policía, no la de la Guardia Civil. Sé que puede parecer complicado y revolucionario, pero es lo mínimo que se le puede pedir a unos trajeados que se presentan como negociadores y portavoces.
Ni por historia, ni por funciones, ni por naturaleza de los propios miembros la Guardia Civil es la Policía, ni viceversa. Naturaleza así en general, digo; porque existe un subgrupo de personas que oposita para guardia como quien oposita para funcionario del Ministerio de Igualdad, porque lo único que quiere es la panza llena y un sueldo fijo a final de mes. Pero si esta persona escoge -por considerarlo, hace unos años, relativamente fácil- hacerse guardia civil, está abocado a ser líder sindical, vivir con un trabajo que le parece tedioso e incluso antinatural (¡ay! una pistola) y que lo único que ve es que cobra menos que un policía nacional, mucho menos que uno municipal, que les mandan a misiones al extranjero y que, encima, están en el punto de mira de los terroristas. Pues claro, un tío que se hizo guardia igual que podía haber sido charcutero piensa que esto hay que solucionarlo y tira de tópicos. Que si no son cuerpo militar, que si por algo dependen de Interior y no de Defensa y demás discurso de carrerilla.
Y tras estos llorones que venderían su patria y hasta a su madre por unas condiciones no tan exigentes de trabajo están los verdaderos trabajadores. Los que tienen unos cojones como el caballo de Espartero y gritan su himno, sobre todo el “¡Viva la Guardia Civil!”, porque creen en ella, en su Historia, en su diferenciación que les hace especiales. Los que dan la vida en Afganistán y en un montón de calles de España porque es su deber, sin pensar, como harían esos guardias sindicados, que “¿por qué tenemos que venir nosotros y no la Policía?”. Los que rinden sentido homenaje, sin ruedas de prensa ni lágrimas falsas ni multitudinarios encuentros por salir en la foto a sus Caídos. La Guardia Civil es el cuerpo más maltratado, no ya por los políticos (que ellos no entiendan su idiosincrasia no me sorprende porque no les interesa), sino por los propios guardias que no quieren ser guardias. Ahora, a estas agrupaciones les han prohibido una manifestación por considerarla sindical y dicen que les tratan como a terroristas. Manda cojones que sean precisamente unos guardias los que caigan tan bajo de juntar en la misma frase al benemérito instituto y a los terroristas para compararse.
Ojalá desaparezcan por irrelevantes aquellos que piensan que para mejorar las condiciones de trabajo de la Guardia Civil, que hay que mejorarlas, desde luego, no hay otra forma que la queja estúpida, trivial e infantil; y dejen trabajar, de la única manera que saben, a esos hombres de verde que quieren honrar su uniforme; y no reducirlo a un montón de reivindicaciones que sólo pueden venir de un ignorante que no quiera a la Guardia Civil.

domingo, 22 de agosto de 2010

¿Leales a qué?

Es acojonante la facilidad que se gasta este país para que esbirros, cantamañanas, charlatanes profesiones e idiotas contumaces se alcen en aras de la verdad absoluta -su verdad absoluta- y muestren al mundo su completa ignorancia y ausencia de vocabulario.
Esta semana se ha hablado de “deslealtad” para con España (José Blanco dixit) y de “ardor guerrero” (esta, de De la Vega) por el pique que se han cogido debido a que sus opositores se han dignado a aparecer por Melilla. Estoy convencido de que las visitas tanto de González Pons como de José María Aznar a una de las plazas africanas de España tiene como base el aprovechamiento electoral -ningún acto político es gratuito- y para metérsela doblada a Zapatero y sus chicos; pero eso no quita para que, de rebote, hayan acertado. Nunca he estado en Melilla ni en Ceuta, pero la situación no debe ser fácil. Convivir diariamente con los que creen en la intimidación, la fuerza, y la lucha para recuperar lo que “históricamente” les pertenece no es sencillo. La campaña -pagada con fondos oficiales- marroquí no es nueva, y las gotas que poco a poco llenan el vaso son incesantes. Claro que para algunos, los que viven en los mundos de Yupi, ven Bambi, creen que somos ciudadanos del mundo y abrazan civilizaciones radicales, el vaso debe ser más grande que el propio continente africano, de otra forma no se entiende que se recuerde que Aznar “jugó a soldaditos” en Perejil o que se acuse de deslealtad a España por visitar... España. Para darle de comer a parte está la señora vicepresidenta, que no sé qué tendrá contra el ardor guerrero (primeras dos palabras del Himno de Infantería) ni qué disfunción le lleva a considerar un paseo por Melilla un acto marcial.
Sin embargo, estoy en parte de acuerdo con Pepe Blanco, lo de los populares ha sido desleal. Pero yerra con quién. Ha sido desleal con el Gobierno (de España, sí), pero es que haber sido leal a los chicos tranquilos habría significado no hacer ni decir nada, estar de vacaciones, negar cualquier tensión con Marruecos, no preocuparse y dejar, como casi siempre hace este Gobierno, que amaine el temporal solito. Mariano Rajoy, siempre tan dispuesto a no hacer nada y dejar que la caguen los del sillón azul mientras se mantiene inmóvil, ha parecido un ministro de Zapatero más estos días. Y hala, otra colleja de Aznar a su heredero al visitar la ciudad. Sucesor elegido, qué gracioso, por él mismo con el siempre democrático sistema del dedo. Rencor hacia Zapatero al planear la visita, seguro; recadito con mala baba para su líder por no moverse de las playas gallegas, por supuesto.
Por lo que se enfadan los socialistas es por haber estado faltos de reflejos, o por ver cómo el PP les jode su política diplomática con Marruecos que consiste, como con todos los países, en mirar al suelo y decir a todo que sí. Y si por salvar la situación diplomática con quien no nos quiere ni en pintura hay que dejar que se maltrate, insulte y abochorne a todo un país (porque que suceda eso en la frontera es un atentado contra esas chicas, pero una afrenta para todos los que tengan decencia) es ser precisamente, desleal a España. No quiero ni imaginarme lo que hubiese sucedido en Perejil con estos pacifistas en el poder. Para defender lo que es tuyo hace falta, precisamente, ardor guerrero -en el sentido que se quiera- y no sacar tarjeta roja al maltratador que vive en Usera y dejar seguir la jugada cuando lo hacen los marroquíes. Es una cuestión de lealtades, sí. Hacia lo políticamente correcto o hacia un territorio que, se supone, debe protegerlo el Estado. Si gana lo políticamente correcto, otra vez, estaremos abocados a cambio de que nos sonrían y nos den golpecitos en la espalda en las reuniones internacionales a perder la más mínima decencia. Yo no estoy dispuesto.

lunes, 16 de agosto de 2010

Mejor callarse y parecer tonto

Nunca he sido muy de refranes, incluso tuve una novia refranera la cual, por picarme, no hacía más que soltar uno detrás de otro, pero hay que reconocerle a los españoles antiguos -porque en algún punto habrá que situar el nacimiento del refrán- que lo clavaban con un porcentaje acierto-error muy favorable.
Resulta que Jesús Mosterín, un filósofo loco de la lógica y profesor del Instituto de Filosofía del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) es, además, un conocedor del toro de lidia, bravo, español o como se le quiera llamar. Estudiar en Alemania y en Estados Unidos, además de en España, le ha otorgado al caballero racional una sabiduría honda y extensa del comportamiento de ese animal y afirma, con la misma tranquilidad que quien dicta una verdad absoluta como que Las Vegas es el paraíso de lo hortera, que el toro, como rumiante, es proclive a la huida y, además, pacífico. Pero no se queda aquí, si no que considera, con lógica aplastante -aunque algunos veamos retórica burda y barata-, que la actitud del matador (si, eso de colocarse a centímetros de un bicho de más de 500 kilos) no es valiente; que, cito textual, “el riesgo del torero es mínimo”. Añade, no crean que termina aquí la comparsa filosófica, que lo de acercarse muy mucho al toro es un truco de magia para que el bicho no le vea, con raciocinio y empirismo demuestra, Mosterín, que el toro es como el tiranosaurus de Jurassic Park. Y como colofón, da al animal la capacidad -imagino que adquirida por las tardes en la dehesa junto a sus otros congéneres bovinos en tertulias de debate acerca de Ortega y sus circunstancias- de interpretar la actitud del torero de arrodillarse ante él (lo que se viene a llamar desplante) como que se rinde y, por ello, no le ataca.
Jesús Mosterín, presidente honorífico de eso del Gran Simio, que es algo así como el Ministerio de Igualdad traducido a los monos, ya tiene una propuesta sobre la mesa para que, haciendo gala de esa lógica, esa coherencia, esa racionalidad y ese discurso objetivo que aprendió en las más prestigiosas escuelas del mundo, verifique in situ su teoría. Le han puesto a disposición una ganadería, una finca al aire libre sin “tensiones ni estrés” para el señor animal (me refiero al toro de lidia), y a partir de ahí, a comprobar se ha dicho.
Ahora hagan un ejercicio de imaginación, vean a don Jesús entrando en la dehesa de los toros pacifistas (imagino que lo de pacíficos lo dirá porque comen amapolas y las flores y los hippies siempre han ido muy unidos) pensando que lo de ponerse bravucón delante de una vaca macho es una tontería como la copa de un pino y andando alegremente mientras rumia -él en su cabeza, no vayan a creer- si de verdad Dostoievski influenció sobremanera a Nietzche, o si es una invención para quitarle mérito al asesino de Dios. Y de estas, absorto en sus pensamientos, que se ve ante un animal negro como el carbón de 510 kilos, bufando con gran estruendo y con dos cuernos que si no tienen el cartel de “Dangerous. Peligro” deberían tenerlo, y estoy convencido que la cara de Jesús no movería ninguna línea de expresión, la misma actitud que si una mosca se posara en sus rodillas. O incluso, dando el beneficio de la duda de que a lo mejor, y sólo a lo mejor, al toro le dé por arrancarse contra él (ya saben, el morlaco puede retrotraerse a sus instintos primitivos y pensar que le están usurpando el territorio) veo al señor profesor del CSIC arrodillándose ante él, elevando el mentón a la vez que levanta los brazos y los desplaza hacia su espalda sacando el pecho hacia el torito en gesto inequívoco de rendición incondicional. Es seguro, si no lo era ya, que el toro frenará, dará media vuelta y se irá por donde vino. Incluso si entra en el campo ganadero durante toda una semana seguida es posible que el toro acabe atendiendo a las órdenes ¡sit!, ¡plas! y el recurrente ¡la patita!, atendiendo al método de Ivan Pavlov (perros y toros al fin y al cabo son animales mamíferos de cuatro patas).
Al que firma estas líneas, mucho menos lógico que el señor Jesús Mosterín, no se le ocurriría en la puta vida ponerse delante de un toro bravo porque mis pajas mentales no contemplan el considerar a ese animal como un manso. Y me da a mí en la perilla que don Jesús saldría escaldado de su encuentro con ese armario empotrado de color negro azabache. Aunque lo que de verdad me da a mí es que Mosterín habla mucho y, en este caso, mal. Estar en contra de las corridas de toros sea por las razones que sea lo puedo entender, pero engendrar las patrañas que suelta sólo cabe en la cabeza de un tío que no desconoce todo de este mundo.
Se ha pasado tanto de frenada en su panfleto antitaurino sin fundamento (esto le debería doler a un tipo que se dice filósofo) que está en medio del cruce con el semáforo en rojo y viniendo de frente hacia él, precisamente, un astado bravo. De los que atacan, como su bravo nombre indica, porque está en su naturaleza. Ya puedes ponerte de rodillas, sí, que no se va a detener. Luchar por unas ideas está muy bien, pero el tufo de querer vender una porquería de teoría con el único aval del nombre del firmante es demencial incluso para los filósofos. Si ya lo dice el refrán, es mejor callarse y parecer tonto que abrir la boca y demostrarlo.

domingo, 8 de agosto de 2010

Los agostos de la Villa y Corte

Que el mes de agosto no es el mejor para pasarlo en Madrid es una obviedad. Que la gente que se queja minuto a minuto de esta desgracia es una envidiosa es igual de cierto. Eso si, yo también he deseado que apareciese por arte de birlibirloque un cadalso o algo al uso para ajusticiar al que te dice -¿qué haces mañana?, -pues trabajar, -ah, yo me voy a Burundi a ver lagos... Más sitio para aparcar, piensas, el que no se consuela.
Sin embargo, después de cinco agostos seguidos sin salir de los límites territoriales de Madrid uno aprende a sobrevivir y por si alguno que ha caído en esta página por casualidad está pensando en suicidarse, es mejor que se pare a pensarlo o, al menos, que primero me lea, todo sea por subir un lector más; aunque sea esporádico. Verdad absoluta que la gente en bañador por Madrid, los móviles a todo volumen -no entiendo la razón de que se multipliquen en verano-, los periódicos con noticias de relleno y las parejitas arrejuntadas por las esquinas invitan a pensar que no tiene solución esto del verano en la capital, pero hay planes que sirven para reconciliarse con el género humano. Verbigracia. Estás en agosto tirado en tu casa, te metes en internet y lees las últimas tonterías memoricahistoricaselectiva: fuera estatuas de Melilla. Correr hasta la casa del amigo más próximo y que te invite a una cerveza mientras habláis de la pifia de Fulano que casi la lía, y listo. El mundo se equilibra. Esto vale con todo, ¿que los controladores, esos pobres obreros de sol a sol, se quieren poner en huelga para ganar mucho más de 200.000 euros? Tú, respiras hondo, te coges el bañador y acudes a la piscina que se tenga más a mano y contemplas el panorama. Con suerte y si no sientes a nadie con radiocassete discotequero que te joda el descanso, vas al agua, sales del agua, ves a esa chica se tumba al sol y chatea con su blackberry -faltaría más- y así, con esa figura encurvada, se vuelven a ir tus males.
Pero cuando ya el tema es muy gordo, tanto que lo consideras el mejor emético del verano, toca proponer o acudir a una barbacoa. La primera razón es porque si vas a vomitar mejor con el estómago lleno. La segunda, porque la sensación de hartazgo humano se convierte en otro tipo de hartazgo, más relacionado con la gran ingesta de alimentos y las partes del cerdo. Algo mucho tan placentero como una dimisión conjunta. Además, en estos actos siempre acabas solucionando el mundo con los amigos y lo ves todo mucho más posible, como concluir, entre la decimocuarta y decimoquinta cerveza, que deberías haber aprovechadi el día que se ganó el Mundial para dominar el mundo, algo que se nos pasó pero que no descartamos para futuros acontecimientos deportivos.
El verano sin vacaciones es un plomo, no se lo niego; y apostaría el brazo derecho a que preferiría escuchar un discurso de hora y media de Rajoy que esto, pero es lo que hay. O nos ponemos en modo cainita y odiamos todo lo relacionado con quien se pira -sería muy español por otra parte- o aprovechamos que Madrid se queda vacío y, por lógica proporcional, con menos gafapasteros de Malasaña guays del Paraguay de todo color y clase para vivir lo que durante el resto del año no podemos. Disfruten, que los que están en la playa tienen que aguantar a la madre gritando, al gordo roncando, al niño que pasa por encima de la toalla, los toc-toc infinitos de las palas, los  “¡¡cerveza, coca-cola, agua!!” a gritos, y trileros desplumando a pérfidos. Piénsenlo, es mejor tomarse una cerveza en Madrid en agosto con el bar vacío, el aire acondicionado lleno y un par de amigos que, como uno, se queden en Madrid antes que quemarse tantas horas al sol y aguantar a esa abigarrada gente que habita el litoral. Al final vamos a acabar huyendo de Madrid de toda la gente que vendrá en agosto.

domingo, 1 de agosto de 2010

La llamada infernal

Tienen el don de la oportunidad. Estás comiendo, llaman. Duermes la siesta, llaman. Estás trabajando, llaman. Sales escopetado de casa porque desalojan el edificio por un escape de gas, y te llaman. La ilusión de coger el teléfono cuando era un niño por ver si, milagro, me llamaban a mí ha dado paso a que cada vez que suena el teléfono me da una pereza cogerlo como si el auricular pesase dos toneladas. Así se sorprende mi madre luego, “¿por qué tardas tanto en cogerlo?”. Pues por miedo, mamá, por miedo.
Miedo a que una voz -por lo general salida desde ultramar porque hasta las centralitas las han deslocalizado, como llaman a ahorrar costes- pregunte si yo soy yo. Si te dicen eso, la cagaste Burt Lancaster. Una retahíla de preguntas inquisitorias del tipo cuánto pagas y un tonito condescendiente de que si no quiero ahorrar… seguido de la colección de adjetivos para hablar de lo majos, atentos y recojonudos que son en su compañía. Uno, que es de natural confiado, piensa que las personas entienden el idioma. Ingenuo de mí, porque por “no, gracias” a estos profesionales de calentar orejas no les viene nada y te siguen insistiendo. “Pero señor, ¿no le parece interesante la oferta que le acabo de anunciar?”; y qué vas a contestar, pues lo primero que te viene a la cabeza: si interesante es posible que sea, pero entre que le he dejado de escuchar tal cual me ha dicho que llama de Jazztel y que lo que no me parece para nada interesante es estar escuchándole a usted en vez de estar escribiendo, leyendo, jugando a la Play, comiendo o yo qué sé, no me deja más opción que no querer su servicio.
Pero la cosa sigue, porque no paran. Y ya le puedes preguntar por quién le ha facilitado tus datos que dicen que eso es secreto. He pedido hablar con un responsable, pedí que me eliminasen del archivo para que no me llamasen más, que ya por cabezonería jamás me haría de su compañía así fuese la única con fibra óptica y te dicen que sí, que te borran, pero es mentira; te volverán a llamar. Conozco a un amigo cuyo padre -jubilado, si no de qué- echa la mañana con esta gente. Que qué tal, que si la familia bien, que si por favor le puede pormenorizar la oferta...y hombre, es buena estrategia para que al final el que quiera colgar sea el teleoperador, pero como estrategia para ahorrar tiempo no es la mejor.
Yo, por contra, he desarrollado una técnica que sólo me ha fallado una vez: digo que curro en Telefónica y que mi tarifa, por tanto, está sometida a una escala especial de trabajadores de la compañía y que claro, menudo ejemplo daría. “Como currar en Coca-cola y beber Pepsi”, les digo. Por lo general te comprenden, vuelven a decirte que te borran para que no te llamen más (a mí ya me entra la risa cada vez que lo dicen) y cuelgan. No pasa de medio minuto la conversación. Sin embargo, la excepción que confirma la regla fue una chica que se empecinó conmigo; le gustaría mi voz. “Yo también he trabajado en Telefónica y la reducción era menos que la oferta que yo le ofrezco”, intentas salir por la vía de que te piden exclusividad y te dice que esa cláusula no existe y ya no te queda otra, te pones borde: “pero usted era teleoperadora, ¿verdad? Claro, yo es que soy ejecutivo y nos tratan mejor que a ustedes”. Te sientes mal, un idiota, pero qué le vas a hacer; ella hace su trabajo y tú el tuyo, esquivar sus balas. En la guerra todo vale.

domingo, 11 de julio de 2010

Rozando el cielo

Escribo horas antes del partido de España por varias razones, entre ellas que así me ahorro que lean ustedes una página entera llena de vítores o expresiones malsonantes de ánimo guerrero. Pero lo que sí voy a hacer es hablar de fútbol.
Lo primero que se me viene a la mente es si estamos en la final gracias a Sara Carbonero. Si los periódicos amarillistas (lean deportivos) la pusieron de vuelta y media por la derrota y el mal juego, ¿nadie ha caído en la cuenta de que las intervenciones de Casillas en cuartos y en semifinales pueden ser fruto de una noche buena con la reportera de ojos verdes? Tan poco sentido tenía una cosa como la otra porque que Iker cene, vaya al cine o salga con una chica con micrófono que, además, está de buen ver, le concierne a él, a la de los deportes y a San Pedro si se la quiere bendecir; y no a Marca ni a As, ni cualquier otro. En España somos los reyes de las excusitas, si llueve porque llueve, si hace sol porque deslumbra y demás esques, y Carbonero ha sido la perfecta diana de las cagadas sudafricanas, pero si aceptamos que fue ella la culpable del juego de pena de la Selección en los primeros días daré por supuesto que es ella y sólo ella (nada de Del Bosque) la que ha hecho que estos tíos hoy puedan ser campeones del mundo y vuelvan a saber dar un pase decente, a desbordar y a jugar con un poquito de mala leche.
Y ahora pongámonos patriotas por unos momentos, al igual que miles de personas que reniegan y les da vergüenza enseñar algo con atisbo de rojo y amarillo y que volverán a guardar en el fondo del baúl la bandera y se harán los longuis cuando hablen de España, así en abstracto. Los estados mentales de un español son lo más parecido a una montaña rusa jamás vista, porque elevamos a los altares o sentenciamos con una rapidez, un juego de palabras y una demagogia que, es de justicia reconocerlo, ya quisieran para sí otros países.
Otra cosa que ya quisieran otras naciones es estar en una final de un Mundial de fútbol, pero ese honor sólo nos corresponde, este año, a españoles y holandeses herejes. Por dar el dato histórico chorra: los Países Bajos tardaron en independizarse de España -sí, alguno se sorprenderá, qué cosas, España antes tenía poder, daba miedo e imponía respeto- 80 años (conocida la guerra, en alarde de originalidad, como La guerra de los 80 años), esperemos que en 90 minutos, no años, seamos por primera vez campeones del mundo y les atemoricemos con nuestro juego igual que Álvarez de Toledo (el Gran Duque de Alba) y sus tercios -o Farnesio y los suyos- atemorizaban a calvinistas de las regiones de Utrecht, que el balompié es muy dado a la comparativa y analogismos con el mundo marcial y hoy no iba a ser menos.
Dirán ustedes, quizá con razón, que me ablando con artículos sin un ajuste de cuentas como Dios manda, pero qué quieren; hoy es 11 de julio, es el día en que uno de mis puntos débiles, el deporte de dar patadas a un balón, puede darme una gran alegría y aliviar mi sentimiento perpetuo de que nace un tonto más y desbordamos con cosas como que un cordobés se manifieste por el autogobierno catalán, que el PP valenciano parezca más corrupto que las familia Soprano o que, cómo no, Zapatero sea un inepto que nos desgobierna de la peor manera posible. Hoy es el día en que, si todo sale bien (para el nacionalista Urkullu no sé qué será hoy que todo salga bien), podremos bañarnos en las fuentes por la noche y no pensar que mañana hay que ir a sellar el paro y a echar el currículum por donde caiga. Chavales, el sufrimiento es temporal, la gloria; eterna.

domingo, 4 de julio de 2010

La ‘vuvuzela’ escacharrada

Sesenta y cinco minutos. Ese es el tiempo que me duró la trompeta de sonido infernal (vuvuzela la llaman los lugareños sudafricanos) que dos amigos me trajeron de recuerdo de su viaje a Sudáfrica durante los primeros partidos del Mundial de fútbol que se está disputando en el país de Mandela. Y no porque saliese defectuosa o porque un amigo -no sin falta de ganas- la lanzase lo más lejos posible; sino porque, demostración empírica mediante, un trozo de plástico no aguanta un golpe contra el suelo propinado con mala baba. Y es que los partidos de España se están convirtiendo en una prueba de oro para la salud cardíaca de los pobres ilusos que, como yo, vivimos enganchados al balompié y su alargada sombra.
Mis amigos y yo tenemos la muy extraña costumbre y casi nada compartida con la población mundial -al menos la occidental-, de reunirnos en casa de uno de nosotros para seguir las andanzas del novio de Sara Carbonero y demás muchachos. Tradición que se rompió porque el dueño de la casa que solemos ocupar cogía carretera y manta (mejor avión y manta) y se marchaba al país de los Springboks. Ese viaje le impidió asistir a mi acto de graduación porque, total, sólo son 20 años de nada aguantándonos, y se disculpó trayéndome un trozo de plástico sonoro.
Error fatal el suyo porque, debería conocerme, soy un rencoroso de los pies a la cabeza y un vengativo de los que ya no quedan, con un gran sentido de la venganza. No soporto el sonido de la trompeta de marras pero él tampoco, así que si tengo que aguantarme y poner cara de gusto por verle sufrir, bienvenido sea. Daños colaterales fueron los demás asistentes al partido, los cuales acabaron la noche más perjudicados que Pocholo en el verano ibicenco, pero que también terminaron hasta el gorro de mí y mi reiterativo toque de corneta a lo sudafricano. Lo que yo no contaba era con la inestimable ayuda del juego de España para ponerse en mi contra: pases y más pases que sólo daban ganas de preguntar que qué más echaban en la tele, un penalti de Piqué como una catedral que encima lo protesta (si por lo menos fuese Marchena protestaría afirmando no haber tocado al jugador con el brazo del paraguayo todavía en su poder), Xabi Alonso marcando un penalti que falló cuando tuvo que repetirlo... Todo eso lo aguanté estoico, como un espartano más, soplando y soplando mi tubo coloreado con las banderas de los participantes para irritar al personal, a mi amigo en particular. Sin embargo, cuando el portero paraguayo tocó balón (después de llevarse puesto a Cesc Fábregas) en el despeje del penalti y le vino de cara a uno de los nuestros para tirar y ver como no entraba fue el fin. Armé el brazo cual yihadista preparado para lapidar y renuncié a desquiciar al personal lanzando lejos -en alegoría a donde estaba mandando a los jugadores y a sus familias- la vuvuzela que, irremediablemente, se rompió entre aplausos de júbilo de todos los presentes. Por suerte había otra por ahí y aunque mi desazón viene de romper un recuerdo traído de tan lejos, pude seguir dando por saco a mis amigos, que para eso me pagan.
El miércoles volveremos a casa de mi amigo, a contarnos cómo de salido es uno o ver cuántos chupitos aguanta el otro sin poner cara de Fernández de la Vega. Pegaré mi trompetín con celo y volveré a disfrutar siendo el centro de la ira y que sea lo que Dios quiera. Sodoma tiene sus justos.

domingo, 2 de mayo de 2010

Más castrista que Castro

No sé ustedes pero yo es verle y notar como el esfínter se contrae, el alma se me encoge, los ojos apartan la vista y mis oídos intentan no escuchar lo que dice. Con ese pelo negro como su espíritu tratado para parecer roído, sus tirabuzones y esa barba revolucionaria es el perfecto progre en España. Y además es gracioso e intelectual, el yerno ideal oigan.
Cree el actorcillo -además es un hombre de la ‘Cultura’, la repanocha- que Cuba es un lugar paradisíaco donde las jovenzuelas corren felices con sus vestidos blancos transparentes por las playas de arena blanca mientras los hombres conducen, brazo izquierdo apoyado en la ventana, tarareando la canción de la radio; y donde comer, vestirse o, digámoslo claro: vivir, es lo común. Piensa el eterno graciosillo del cine español que lo de los presos políticos, censuras a la libertad de expresión y huelgas de hambre son meras fantasías, invenciones del imperialismo americano fruto de una visión mundial capitalista que no percibe el aroma tradicional cubano de ron y puros donde compartir es vivir y el comunismo castrista cambió una dictadura por otra, sí; pero más guay y ‘de izquierdas’.
Guillermo Toledo no tiene ni idea de lo que habla pero se le llena la boca de libertad, apátridas y paz mundial con tanta hipocresía que da pena verlo por lo inútil que queda su discurso. Hace oídos sordos ante la huelga de hambre de presos cubanos a la vez que se rasga las vestiduras con la de una activista saharaui diciendo que la diferencia es la causa. No entraría a valorar tus tonterías pero claro, te consideras la cultura y en eso -si me lo permites don Guillermo y si no, también- sí voy a entrar. La diferencia es que la señora Haidar comenzó una huelga de hambre a sabiendas de que no moriría mientras que los cubanos juegan de verdad. El doble rasero de los que os autodenomináis la cultura en España da vergüenza y claro, así estamos. Que nos da pena que De Juana pierda unos kilitos porque el Estado español es un cabronazo con pintas (eso de "Estado español" suena a facha que te rulas y hay que criticarlo) pero nos suda el sobaco que mueran por inanición cubanos anticastristas porque esos lo que quieren es una Habana con McDonalds por las esquinas y no saben lo que es bueno para el país. Willy estaría mejor callado e intentando aprender a ser actor porque su registro se repite más que cenar morcilla. Que se autoengañe da igual, pero que utilizando su situación privilegiada -sin merecerlo- engañe a la gente y encima quiera aparecer de víctima por el trato que le da la prensa es indignante. Si no quieres que se metan contigo, cállate. Porque aquí sí hay libertad de expresión e igual que tú, Toledo, puedes decir memeces, los demás podemos mentarte a la madre por ello. Ya lo dice un amigo mío, un tonto más y desbordamos.