miércoles, 21 de junio de 2017

Sobre Bea

Tiene la sonrisa llena y aun así le cabe otra risa más. En eso se parece a su armario, siempre rebosante pero nunca completo. Orgullosa, cariñosa y leal riñen en importancia con responsable, ordenada y por qué no decirlo, cabezona. Ella es Bea. Ella es ella.

En el momento de dejar de ser veinteañera se dio contra la esquina mala de la vida, la de las ausencias. El peaje por los queridos, a veces, coincide así. Una mierda. Pero cumplir 30 bien vale una sonrisa, una cena, un viaje. Otro beso. Siempre otro beso.

Cuando me tocó a mí dije que uno llega a los 30 como surgen las cosas buenas, sin querer. Ese sin querer nos juntó. Por suerte el resto es cosa nuestra y tiene que ver con el querer. Cumplir 30 es una anécdota comparado con todo lo que hay encerrado en un “bobo”, en un baile e incluso en un susto. Y tu ceño, que los 30 marcarán, y que es una flecha que señala tu mirada sincera, fija, que no admite gilipolleces pero recibe encantada a quien va de verdad, como un torero. Si das todo no esperas menos.

Todo el universo cabe en tu sonrisa. Hoy tienes 30 años y 4 días. Y los que nos quedan, princesa. Felicidades.

Te quiero, Ti.

Ella


miércoles, 7 de junio de 2017

Sobre mi madre

Adivina sin dedicarse al mentalismo, arregla sin tener una tienda de reparación y sana sin necesidad de haber estudiado una carrera.

Mi madre es una madre. No corras, no bebas mucho, quién es Fulano y un te lo dije siempre en la boca. Siempre es una buena palabra para definir a mi madre. Siempre ahí, aunque no la vieses. Siempre ahí, como el primer día que nos dejaron a Diego y a mí ir solos al colegio. O eso creíamos porque ella, vigilante, se hizo el mismo recorrido desde la acera opuesta. Ahí íbamos un par de mocosos, vestidos de uniforme color gris triste y con mochila a la espalda recorriendo la calle Orense de Madrid. Por fin solos. Por fin mayores. Mi madre nos había ordenado ir de la mano todo el rato y cogidos de la mano fuimos hasta la misma puerta del colegio. Así nos lo había pedido mamá y así lo cumplimos porque todavía no había llegado la época de intentar engañarla. Esa época que todos tenemos y de la que todos nos arrepentimos tarde.

Seguramente saqué de quicio a mi madre más veces de la que merecía y fue injusta conmigo menos de las que le eché en cara rojo de enfado. Así de idiotas somos, pero por suerte mi madre estaba ahí para conducirte. Mi madre es la guía a la que no nos queda más remedio que seguir si no queremos despeñarnos a mi padre, mi hermano y a mí.

Mamá es esa mujer de la mano extendida, tanto para dar un consejo como una galleta. No se cortaba y aunque a ti te doliese físicamente, a ella le iba más adentro el dolor. Nunca la creías de pequeño cuando decía aquello de primero de madre de que le dolía más a ella. Pero seguramente fue así.

Resumir a una madre en un texto es imposible. Una madre es el principio y el final de cualquiera de nosotros. Un orgullo que a veces no sabes expresar aunque te dediques a la palabra y un querer que no cabe en una vida. Beatriz, nunca Bea, cumple hoy 56 años. No es una edad redonda, dirán. ¿Y qué? Lleva más años de vida aguantando a mi hermano y a mí que a su aire. Una vida que nos ha dedicado. Una deuda que nunca pagaremos. Aun así, nos quiere.

Yo, mamá, sólo quería felicitarte hoy. Te quiero.


  


 Mi madre junto a dos cenutrios.