lunes, 19 de diciembre de 2016

Pero

Hay veces que lo único que necesitas para equivocarte es un pero. Puedes incluso buscarlo, cabalgar contradicciones como dicen los intensos, querer poner uno en tu vida o puedes haber decidido vivir en un continuo error; da lo mismo, la justificación siempre viene dada por esas cuatro letras. Parece mentira que una palabra tan pequeña sea capaz de cambiar un relato, pero la gramática ya estaba inventada.

Existen historias que cambiaron por un pero -Helena dijo aquello de «pero me gusta más Paris» y Troya lo pagó- y algunas que habrían mejorado con uno -si Djukic se hubiese dicho «pero tiraré el penalti a la derecha», el Depor tendría una Liga más-. Otras historias del pero retratan la derrota de una sociedad, y la de ETA pertenece a estas últimas. La banda terrorista se ha forjado gracias al pero cómplice o, en el mejor de los casos, al pero del terror. «Pero es que provocaron», «pero es que es de los otros», «pero cómo voy a decirle algo», «pero si es el vecino», «pero si a mí no me han hecho nada»… En definitiva: pero algo habrá hecho. Sin la debida conjunción adversativa, ETA no habría sobrevivido a la dictadura y, muchos menos, llegar a una justificación de cierta nueva política que, vistos sus argumentos, de nueva no tiene ni el flequillo.

Lo que hace Nagua Alba (para mí, una desconocida hasta ayer), además de una infamia, es añadir un pero más al saco de ETA. Un pero escupido desde una de esas mentes que consideran pasado los crímenes etarras y tachan de carca al que se atreva a recordarlos, y no tienen reparo en mantener, al mismo tiempo, la incoherencia de considerar actual una guerra de hace 80 años.

«El desarme de ETA es responsabilidad suya y los estados deben facilitarlo. Las detenciones de ayer en Luhuso obstaculizan mucho este proceso». Para la secretaria general de Podemos Euskadi es un obstáculo que la Policía persiga a los malos. ETA quiere la paz, pero (aquí la tienen, la conjunción que justifica) el Estado no le deja. Una victimización pueril, de un razonamiento que nunca va más allá del maniqueísmo que sitúa al Estado y la Policía como los malos sempiternos.

Hay peros que alivian, dramatizan, explican, y los hay que insultan. A las víctimas, al trabajo de las fuerzas de seguridad y a la propia historia. El último pero bien empleado se lo escuché a Elvira Roca Barea en la entrevista de Emilia Landaluce. Lo robo como cierre, porque es uno de esos peros que explican la existencia de gente como Nagua Alba: «Analfabetos ha habido siempre pero nunca habían salido de la universidad».