Hay veces que lo único que
necesitas para equivocarte es un pero. Puedes incluso buscarlo, cabalgar
contradicciones como dicen los intensos, querer poner uno en tu vida o puedes
haber decidido vivir en un continuo error; da lo mismo, la justificación siempre
viene dada por esas cuatro letras. Parece mentira que una palabra tan pequeña
sea capaz de cambiar un relato, pero la gramática ya estaba inventada.
Existen historias que cambiaron
por un pero -Helena dijo aquello de «pero me gusta más Paris» y Troya lo pagó- y algunas que habrían mejorado con uno -si Djukic
se hubiese dicho «pero
tiraré el penalti a la derecha», el Depor tendría una Liga más-. Otras historias del pero
retratan la derrota de una sociedad, y la de ETA pertenece a estas últimas. La
banda terrorista se ha forjado gracias al pero cómplice o, en el mejor de los
casos, al pero del terror. «Pero es que provocaron», «pero es que es de los otros», «pero cómo voy a decirle algo», «pero si es el vecino», «pero si a mí no me han hecho
nada»…
En definitiva: pero
algo habrá hecho. Sin la debida conjunción adversativa, ETA no habría
sobrevivido a la dictadura y, muchos menos, llegar a una justificación de
cierta nueva política que, vistos sus argumentos, de nueva no tiene ni el
flequillo.
Lo que hace Nagua Alba (para mí,
una desconocida hasta ayer), además de una infamia, es añadir un pero más al
saco de ETA. Un pero escupido desde una de esas mentes que consideran pasado
los crímenes etarras y tachan de carca al que se atreva a recordarlos, y no
tienen reparo en mantener, al mismo tiempo, la incoherencia de considerar
actual una guerra de hace 80 años.
«El desarme de ETA es
responsabilidad suya y los estados deben facilitarlo. Las detenciones de ayer
en Luhuso obstaculizan mucho este proceso». Para la secretaria general de Podemos Euskadi es un
obstáculo que la Policía persiga a los malos. ETA quiere la paz, pero (aquí la tienen,
la conjunción que justifica) el Estado no le deja. Una victimización pueril, de un
razonamiento que nunca va más allá del maniqueísmo que sitúa al Estado y la
Policía como los malos sempiternos.
Hay peros que alivian, dramatizan,
explican, y los hay que insultan. A las víctimas, al trabajo de las fuerzas de
seguridad y a la propia historia. El último pero bien empleado se lo escuché a
Elvira Roca Barea en la entrevista de Emilia Landaluce. Lo robo como cierre,
porque es uno de esos peros que explican la existencia de gente como Nagua Alba:
«Analfabetos ha habido
siempre pero nunca habían salido de la universidad».