domingo, 1 de agosto de 2010

La llamada infernal

Tienen el don de la oportunidad. Estás comiendo, llaman. Duermes la siesta, llaman. Estás trabajando, llaman. Sales escopetado de casa porque desalojan el edificio por un escape de gas, y te llaman. La ilusión de coger el teléfono cuando era un niño por ver si, milagro, me llamaban a mí ha dado paso a que cada vez que suena el teléfono me da una pereza cogerlo como si el auricular pesase dos toneladas. Así se sorprende mi madre luego, “¿por qué tardas tanto en cogerlo?”. Pues por miedo, mamá, por miedo.
Miedo a que una voz -por lo general salida desde ultramar porque hasta las centralitas las han deslocalizado, como llaman a ahorrar costes- pregunte si yo soy yo. Si te dicen eso, la cagaste Burt Lancaster. Una retahíla de preguntas inquisitorias del tipo cuánto pagas y un tonito condescendiente de que si no quiero ahorrar… seguido de la colección de adjetivos para hablar de lo majos, atentos y recojonudos que son en su compañía. Uno, que es de natural confiado, piensa que las personas entienden el idioma. Ingenuo de mí, porque por “no, gracias” a estos profesionales de calentar orejas no les viene nada y te siguen insistiendo. “Pero señor, ¿no le parece interesante la oferta que le acabo de anunciar?”; y qué vas a contestar, pues lo primero que te viene a la cabeza: si interesante es posible que sea, pero entre que le he dejado de escuchar tal cual me ha dicho que llama de Jazztel y que lo que no me parece para nada interesante es estar escuchándole a usted en vez de estar escribiendo, leyendo, jugando a la Play, comiendo o yo qué sé, no me deja más opción que no querer su servicio.
Pero la cosa sigue, porque no paran. Y ya le puedes preguntar por quién le ha facilitado tus datos que dicen que eso es secreto. He pedido hablar con un responsable, pedí que me eliminasen del archivo para que no me llamasen más, que ya por cabezonería jamás me haría de su compañía así fuese la única con fibra óptica y te dicen que sí, que te borran, pero es mentira; te volverán a llamar. Conozco a un amigo cuyo padre -jubilado, si no de qué- echa la mañana con esta gente. Que qué tal, que si la familia bien, que si por favor le puede pormenorizar la oferta...y hombre, es buena estrategia para que al final el que quiera colgar sea el teleoperador, pero como estrategia para ahorrar tiempo no es la mejor.
Yo, por contra, he desarrollado una técnica que sólo me ha fallado una vez: digo que curro en Telefónica y que mi tarifa, por tanto, está sometida a una escala especial de trabajadores de la compañía y que claro, menudo ejemplo daría. “Como currar en Coca-cola y beber Pepsi”, les digo. Por lo general te comprenden, vuelven a decirte que te borran para que no te llamen más (a mí ya me entra la risa cada vez que lo dicen) y cuelgan. No pasa de medio minuto la conversación. Sin embargo, la excepción que confirma la regla fue una chica que se empecinó conmigo; le gustaría mi voz. “Yo también he trabajado en Telefónica y la reducción era menos que la oferta que yo le ofrezco”, intentas salir por la vía de que te piden exclusividad y te dice que esa cláusula no existe y ya no te queda otra, te pones borde: “pero usted era teleoperadora, ¿verdad? Claro, yo es que soy ejecutivo y nos tratan mejor que a ustedes”. Te sientes mal, un idiota, pero qué le vas a hacer; ella hace su trabajo y tú el tuyo, esquivar sus balas. En la guerra todo vale.

2 comentarios:

  1. Como me enorgullece ser hijo del hombre que es capaz de hacer que las teleoperadoras quieran cortarse las venas a base de conversación y paciencia...jaj

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  2. Lo que mas me fastidia es que los/las teleoperadores/as no paran hasta que les cuelgas el telefono, aunque quieras ser educado diciendo que no te interesa, ellos/as erre que erre....

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