No te rías que es peor era un
programa televisivo en el que el concursante debía no romper a carcajadas ante
las bromas de cómicos profesionales. Sobre todo era, según la definición que ha
dado hoy la vicepresidenta en el Congreso, democrático.
Las actuaciones pedagógicas son
patente de la Soraya Sáenz de Santamaría parlamentaria, que además juega en el terreno
que quiera el rival. Lo mismo da que sea en un campo de erudición léxica o en
el de la imitación del programa que hizo famoso a Pedro Reyes y Marianico 'el
Corto'. Ella hace de concursante seria mientras calificaba todo como “circo” y señalaba
al culpable. En un Barrio Sésamo con taquígrafas, Soraya ha explicado lo que es
democrático y lo que no a un parlamentario que cargaba con una impresora. La
imagen daba cierta sensación de mudanza a medias; como si a Gabriel Rufián le
hubiesen avisado de que tenía que hablar mientras llenaba el coche con sus
trastos rumbo a una Cataluña que no existe.
El Congreso de los Diputados es
democracia; el Parlament, no. El discurso en libertad de Rufián en la Cámara es
democracia; en Cataluña acallan al discrepante. Aquí sí, allí no; etcétera. La
vicepresidenta ha jugado a las parejas peleadas hasta resumir que democrático
es todo lo que acepta las normas del juego. Democrático eres tú.
Entre tanto, Podemos ha pedido la
comparecencia de Rajoy para que explique su postura ante lo que va a pasar tras el
referéndum. Es improbable que el presidente, que no acostumbra hablar de lo que hace, lo vaya a hacer precisamente de lo que no le entra en la cabeza que suceda. Pedir cuentas de
algo que no ha pasado cuadra con la actitud de su portavoz, que cree posible
tirar y empujar a la vez de una puerta.
Como todo lo que sale de los
líderes es aplaudido por sus fieles, para valorar la idea de Podemos hay que mirar a sus socios habituales. Y el PSOE ha negado con la cabeza. Cualquiera diría, por su defensa de la unidad, que han comprendido lo que
ayer escribía Gistau, que el objetivo de Podemos es acabar con el PP, sea cual
sea el destrozo que conlleve. Si para eso hay que debilitar el Estado, sea.
Rivera, por su parte, sonrió como
el niño que pide algo a sus padres y escucha «ya veremos». Él quiere creer que
es un sí cuando las experiencias pasadas se inclinan al no. Pidió a Rajoy un debate «de verdad» para reformar la Constitución, con juristas y estudios previos, y
el presidente no dijo que no, y menos aún que sí. A lo mejor, se intuyó entre sus labios. Dejó claro que ese tema, si toca, es una vez pase el primero de octubre.
Mientras Rufián terminaba de
cargar el coche y buscaba el tóner y la gracia en su Samsung, una nostalgia noventera
recorría el Congreso. El Gobierno desbloquearía antes una proposición para reponer el programa
de humor que una reforma cualquiera. Al menos en la tele los chistes los
hacían profesionales.
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