domingo, 19 de septiembre de 2010

El Karma de los cojones

Odiado Karma:
Te escribo (el tuteo es intencionado) esta misiva partiendo de la base de que no creo en ti, pero con una mínima ventana abierta a que tu realidad sea la de este mundo -si ahí está Enric Sopena puedes tener las mismas posibilidades de influir en mi vida-. Quizá este primer motivo, el de mi descreimiento, es el que te lleva -repito, en caso de existir- a putearme. Imagino que mis dotes de liderazgo innato te molestan pero oye, ponte a la cola porque digo yo que a la Iglesia, dada mi trascendencia pública, le debe importar más que a ti que me cisque en ella de vez en cuando. Pero el caso es que ellos ponen la otra mejilla, como deben, y tú te dedicas a joderme. Te imagino en un sillón orejero, pipa en mano y Los Pilares de la Tierra en el regazo frente a la chimenea estudiándome: ¿Que ha quedado con una chica que le gusta? Bien, te reirás con ella, pagarás copas como un idiota, te contará sus problemas sentimentales y para casa previo paseo de chófer hasta la suya. O mejor: ¿Cómo? ¿Que se manda mensajitos de texto como los niños enamoradizos con una mujer? ¡Esto pasa de castaño oscuro! Pero sin problema, le pongo un novio al lado y a correr.
Así estás. Por desgracia no soy el único caso que conozco de ignominiosas actuaciones en pos de hacernos más difícil la existencia, aunque en parte, y ahora viene cuando me convierto en pedante, me ayuda a ahondar en la filosofía de vida del ad astra per aspera [a las estrellas por el camino más difícil]. Creerás, ingenuo de ti, que esta carta tiene por objeto pedir perdón e implorar misericordia para que mi vida, de aquí en adelante, sea un camino de rosas. Qué va, tío. Mi carta es para, por si no me oyes bien cuando lo hago en privado, cagarme en todos tus vivos y muertos, declararte guerra eterna y reírme de los pánfilos que creen en ti y piensan que el mundo pondrá a cada uno en su sitio a su debido tiempo. Además, te escribo para restarte méritos. Mi vida ya me la complico yo solito, no necesito ayudas externas para eso. Que últimamente me atraigan chicas con novio no responde a un maquiavélico plan que hayas creado, sino a que la conquista y el pensar que algo es imposible me resultan bastante más excitantes (no hablo de sexo, que fijo que eres un guarrillo) que el “¿estudias o trabajas?” con todas sus variantes que se dan en una discoteca. Y si de casi todo lo que opino la sociedad opina lo contrario tampoco creo que sea culpa tuya.
Estoy convencido de que si en ese hipotético caso, ya digo que remoto, de que existieses ya tienes preparada para mí una reencarnación odiosa. Hormiga seguramente; y la idea será, qué inteligente eres, macho, que sufra en mis carnes lo que vivieron los pobres insectos que martirizaba de joven en mi aldea de Galicia. Sí, entre patadas a balones, lecturas de Tintín o dejarme engañar por mi abuelo  para agarrar ortigas con la creencia de que sólo picaban si lo pensabas también mataba hormigas (y otros bichos que pasaban). Pero siguiendo tu lógica, hago un favor al mundo porque las hormigas no son más que gente mala, malísima del pasado. Así que igual con seis años aplasté a Hitler, Stalin, Napoleón alias Le Petit-Cabrón o a Fernando VII -cuánto placer me daría esto último- y me convertí en héroe de la humanidad sin querer. Aunque claro, volveríamos al ojo por ojo y en eso tú eres el especialista y único depositario de la fórmula.
Algún día, maldito cabronazo, existirá el Karma del Karma y te vas a cagar. Juro que como persona, hormiga o escarabajo pelotero removeré cielo y tierra para localizarte y cuando lo haga, ay cuando lo haga, no va a haber universo para que huyas. Todo esto, lo vuelvo a aclarar, en el extremo improbable de que de verdad estés entre nosotros.
Por último, a modo de despedida, te exijo que dejes en paz a todo Cristo y, sino puede ser y como me dan un poco igual, sólo a mi. Porque quiero ser (y de hecho soy) el único responsable de mis cagadas y mis aciertos. Quiero que si me gusta una chica pueda intentar conquistarla sin celestinos ni diablos a mi alrededor porque, como cantaba Loquillo, “me gustan las chicas que por condición necesitan tiempo y dedicación”. Es así, y si mi proyecto fuese enturbiado por tu sucia y rastrera mano no te lo perdonaría aunque me pudiese servir como excusa, al estilo de lo que hacen los papanatas del mundo sin fronteras armonizado multiculturalmente: “no, es que fue el Karma”. Tú no eres nadie.
No espero respuesta ni acuse de recibo a la carta, tampoco quiero. Vete a tomar por saco muy, pero que muy lejos de donde yo esté; y siéntete halagado -yo me siento como un loco- porque he dedicado una carta a algo que no existe. Adiós y hasta nunca.

1 comentario:

  1. Bien dicho. El karma no existe, son los padres.
    Y aunque es mas cómodo tener de enemigo solo al karma de los cojones la realidad es que la culpa de todos nuestros males es de la sociedad, del relativismo y del mileniarissssmoo. He dicho.

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