lunes, 16 de enero de 2017

Dejar de fumar. Sobre piedras y whisky

Ser adicto tiene mucho de actitud infantil. Del mismo modo que el niño puede llegar a hacer algo que le perjudica sólo porque sabe que va a molestar (normalmente a los padres), uno que echa de menos fumar puede mandar todo a tomar por culo y encenderse un cigarro para fastidiar a alguien. A lo mejor quieres joder a alguien que ni te conoce, pero qué más da.

En la búsqueda de culpables sobre los que cargar una posible recaída vale cualquiera; desde tu equipo de fútbol hasta ese imbécil que se saltó el ceda al paso. Después de una semana sigo dándole vueltas a lo que significa dejar de fumar. Antes me visteis  místico (aquí y acá), pero el fin de semana me ha hecho bajar al barro.

Dejar de fumar es una mierda. No por nada, pero cualquier cosa que implique dejar algo que antes hacías por propia voluntad es una putada. Hago algo porque quiero y ahora ya no. El fin de semana sales de casa con la sana intención de tomarte una cerveza y diez whiskys y vuelves con la destrucción sin terminar si no te has fumado hasta el sombrero del cowboy de Marlboro.

Siguiendo con las actitudes infantiles, recuerdo cuando los profesores te invitaban a no copiar argumentando que en el fondo te engañabas a ti mismo. Como cuando el viernes y el domingo fumas y dices que no lo contarás. El whisky preguntó por su amigo y el amigo se asomó para putear. La tentación enseñó la maldita zarpa y la debilidad hizo el resto. Fumé. Alguien escribió que cuando todo va bien es que falta poco para que vaya mal. Tempestades y calmas y los fines de semana, fuera de la rutina, con sus cervezas, sus quedadas y sus mierdas llenan mi cabeza (y ayer también los pulmones) de humo.

Fumé, como digo. No sé si esto lleva el marcador a cero o es sólo una hostia con una leve contusión. Si de algo vale, yo no digo que he dejado de fumar sino que lo estoy dejando. Es casi igual pero en los matices está el demonio. Si lo nuestro como especie es tropezar en la misma piedra dos o dos mil veces, a mí me apetece aprovecharlo para rascar la piedra y encender un cigarrillo con esa chispa.


  

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