lunes, 9 de febrero de 2015

Al norte de Sevilla

Si consigue reponerse al shock de que una rubia con facciones nórdicas (de nacimiento, sueca) hable con acento de Sevilla, sepa usted que no será el único contraste que conocerá. Ingrid García-Jonsson combina una expresión canalla cuando te ve aparecer con una sonrisa de niña buena que no sabes si es verdad, de hecho sospechas que más de dos platos ha roto, pero que compras al instante. Un clásico de ella (si ya se puede considerar clásico leer reseñas sobre Ingrid) es que es rubia, mucho; alta, mucho; con ojos azules, guapa. Guapísima , incluso. Todo ello es cierto, pero aquí no se destacarán aspectos que le vinieron dados, sino los que hacen de ella una chica espontánea, que habla como piensa. Ingrid es un tanto sinvergüenza, con el gatillo de vacilar muy suelto, que vive instalada en el humor rápido que descoloca y que busca una complicidad instantánea. Si no lo consigues, puerta. “No, pero…”. ¡Puerta he dicho!

La historia de la nominada al Goya a mejor Actriz Revelación es un telefilm. No sabemos si era un miércoles lluvioso, pero apunten: chica de provincias que vive para ser actriz y viaja a la capital para ir de casting en casting. Como la vida madrileña no es barata, trabaja poniendo copas y estudia arquitectura para contentar a sus padres. Cómo no, dibuja de escándalo y usaré que el artículo lo firmo yo para recordar que me debe un dibujo que me prometió hace dos años. Ahora atiende a entrevistas y a disparos de cámara, pero los aplausos no pagan la luz y después de rodar ‘Hermosa juventud’ seguía en el mismo bar al que este redactor era (es) habitual. No mucho tiempo más, tampoco hay que engañar.

Si aprendió a lidiar con borrachos de barra, uno considera que soportar a los periodistas le cuesta menos esfuerzo que pestañear. Cuando sólo era Ingrid y me saludaba levantando el dedo índice al verme aparecer por la puerta -cariñosamente, espero-, le dije que llegaría el momento en el que fuese con gafas de sol en el vestíbulo del aeropuerto. Una diva, añadí. Ahora que sólo es Ingrid con una nominación al Goya le digo que aprenda a firmar autógrafos porque a posar ya sabe. Anuncios varios, series-web, serie/culebrón argentino, cortometrajes, reportera festivalera… Su currículum es un abigarrado fotograma de querencia por la cámara, tanto de vídeo como de fotos, y en la primera gran ocasión que tiene se planta entre los consagrados. Con su gracia, un punto de candidez mal disimulada, sus piernas cruzadas por debajo de la rodilla en cualquier photocall. Si la ven por la calle, saluden, sonreirá. Pero no se pasen de listos y que no le engañe, como decía, su aspecto. Les mandará lejos como no le guste lo que ve. Es parte del encanto de Ingrid, que no quiere cuentos fuera de los rodajes. Al pan, pan y a Ingrid, de cara.  Es lo que practica. ¿Que no ha ganado? Sí que lo ha hecho.

Se me olvidaba: y si ven un anuncio de Lizipaina, fíjense bien, quizá reconozcan a una de las muchachas que se quejan de la garganta frente al espejo. Y que se siga quedando afónica de agradecer premios.



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