Si consigue reponerse al shock de que una rubia con
facciones nórdicas (de nacimiento, sueca) hable con acento de Sevilla, sepa
usted que no será el único contraste que conocerá. Ingrid García-Jonsson
combina una expresión canalla cuando te ve aparecer con una sonrisa de niña
buena que no sabes si es verdad, de hecho sospechas que más de dos platos ha
roto, pero que compras al instante. Un clásico de ella (si ya se puede
considerar clásico leer reseñas sobre Ingrid) es que es rubia, mucho; alta,
mucho; con ojos azules, guapa. Guapísima , incluso. Todo ello es cierto, pero
aquí no se destacarán aspectos que le vinieron dados, sino los que hacen de
ella una chica espontánea, que habla como piensa. Ingrid es un tanto
sinvergüenza, con el gatillo de vacilar muy suelto, que vive instalada en el
humor rápido que descoloca y que busca una complicidad instantánea. Si no lo
consigues, puerta. “No, pero…”. ¡Puerta he dicho!
La historia de la nominada al Goya a mejor Actriz Revelación
es un telefilm. No sabemos si era un miércoles lluvioso, pero apunten: chica de
provincias que vive para ser actriz y viaja a la capital para ir de casting en
casting. Como la vida madrileña no es barata, trabaja poniendo copas y estudia
arquitectura para contentar a sus padres. Cómo no, dibuja de escándalo y usaré que
el artículo lo firmo yo para recordar que me debe un dibujo que me prometió
hace dos años. Ahora atiende a entrevistas y a disparos de cámara, pero los
aplausos no pagan la luz y después de rodar ‘Hermosa juventud’ seguía en el
mismo bar al que este redactor era (es) habitual. No mucho tiempo más, tampoco
hay que engañar.
Si aprendió a lidiar con borrachos de barra, uno considera
que soportar a los periodistas le cuesta menos esfuerzo que pestañear. Cuando
sólo era Ingrid y me saludaba levantando el dedo índice al verme aparecer por
la puerta -cariñosamente, espero-, le dije que llegaría el momento en el que
fuese con gafas de sol en el vestíbulo del aeropuerto. Una diva, añadí. Ahora
que sólo es Ingrid con una nominación al Goya le digo que aprenda a firmar
autógrafos porque a posar ya sabe. Anuncios varios, series-web, serie/culebrón
argentino, cortometrajes, reportera festivalera… Su currículum es un abigarrado
fotograma de querencia por la cámara, tanto de vídeo como de fotos, y en la
primera gran ocasión que tiene se planta entre los consagrados. Con su gracia,
un punto de candidez mal disimulada, sus piernas cruzadas por debajo de la
rodilla en cualquier photocall. Si la ven por la calle, saluden, sonreirá. Pero
no se pasen de listos y que no le engañe, como decía, su aspecto. Les mandará
lejos como no le guste lo que ve. Es parte del encanto de Ingrid, que no quiere
cuentos fuera de los rodajes. Al pan, pan y a Ingrid, de cara. Es lo que practica. ¿Que no ha ganado? Sí que
lo ha hecho.
Se me olvidaba: y si ven un anuncio de Lizipaina, fíjense
bien, quizá reconozcan a una de las muchachas que se quejan de la garganta
frente al espejo. Y que se siga quedando afónica de agradecer premios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario