viernes, 29 de agosto de 2014

Xabi Alonso

Xabi Alonso se suma a la larga lista (lista, a secas, no me voy a hacer el machito) de personas, casi todas femeninas, que me han abandonado. Incluso ha empleado frases de ruptura: "Lo difícil es saber cuándo decir adiós", "no es el club, soy yo"... En unas horas los jóvenes desenamorados comenzarán a emplearla. Xabi es así, crea escuela.

La marcha de Alonso no debe ser en vano; su sacrificio exige una recompensa. Me explico: cuando al planeta Tierra llega un bicho bola rosa llamado Bubú y los grandes luchadores ven que es imposible derrotarlo por muchos capítulos que lleven, Vegeta, el príncipe de los Superguerreros, toma una decisión trascendental: inmolarse. No puede volver a resucitar ni siquiera juntando las bolas, ve cómo el universo se desmorona y toma la que cree mejor y única decisión: juntarse a Bubú y pegar un petardazo que los avíe a los dos. Su sacrificio es por un bien superior y todos así lo entienden. Claro, todos menos Yamcha, pero es que él es idiota.

A Alonso le vale el apodo de príncipe. Una elegancia que se va. Quedan CR y Ramos de referentes estéticos. Eso y el dragón de la camiseta, casi nada. Xabi es Vegeta. El Madrid, el planeta Tierra y el bicho bola, bueno. Ya supondrán. Cierto es que Bubú vuela, y eso permitiría al aficionado madridista no sufrir tres infartos en cada balón aéreo, pero la comparación sigue siendo válida. Xabi no puede vencer, ve cómo caen otros superguerreros y toma la decisión: me inmolo. No para llevarse consigo a nadie, sino para abrir los ojos de quién y cómo maneja el cotarro. Además da otra lección que el madridista debería recordar: Xabi se va sin que se le pueda echar en cara que sobraba. Nadie podrá decirle que estuvo cobrando bien y viviendo mejor una jubilación anticipada. Hay quien se va sin que se le pida y hay quien se queda entre empujones. Fue un placer, Xabi.



martes, 26 de agosto de 2014

Los coñazo

A mí me dicen hielo y agua y lo primero que respondo es whisky. Aunque peor es un amigo de Málaga, que no contestaría ni una palabra, se lo llevaría a la boca con la misma firmeza que Francis Underwood maneja su casa o Estados Unidos, que para él son lo mismo.

Este verano, sin embargo, se ha venido usando el hielo y el agua para dar visibilidad al ELA que, sin ser médico pero con máster en wikipedia, es una enfermedad y una putada. O una putada de enfermedad. Unas siglas que el mortal sólo ve cuando aparece Stephen Hawking en pantalla y eso si no es verano, con el modo digital apagado salvo para mandar fotos de pies a la orilla del mar.

Pero entre fotos instagram de tu vecina o de tu jefe poniéndose intenso sobre su última visita cultural han aparecido vídeos de gente famosa o anónimos que reta a otra gente famosa o anónima a, simplemente, echarse un cubo de agua helada por encima en apoyo de los enfermos de ELA.

Ha sentado mal, como supondrán. Soplapollez veraniega, dicen. Menos cubos y más cash y tal. Es cierto que a veces tienen gracia esas críticas, como la de Charlie Sheen, un ejemplo vital para toda persona de bien una vez desaparecido el último Panero, o un amigo que se alegraba de que volviese la Liga por que, durante 90 minutos, los jugadores no saldrían tirándose un cubo.

Las críticas llegaron al propio acto, no ya el trasfondo: tirarse agua por encima en un mundo en el que hay tanta falta de ella es insolidario, frívolo, pertenecer a la casta y ser mourinhista. De estos tristes, que por cómo se expresan parecen no haber jugado de jóvenes a llenar globos de agua y tener por diana las camisetas de las compañeras de clase, no diré nada. O casi, por que tirarse el agua no es un capricho, sino un intento simplón y nunca aproximado de ver cómo reacciona el cuerpo ante una parálisis.

Estando de acuerdo en el factor postureo, me parece que la campaña hace más bien que mal, por mucho que se quejen desde la Asociación del Ceño Fruncido (ACF, presidida por el agente Murtaugh con el eslogan "Soy demasiado viejo para esta mierda"). No sé cuánto cobra un famoso, deportista, cantante o vividor por una campaña publicitaria, pero emplear a todos ellos, a nivel mundial, hubiese costado más que los fichajes de James, Cristiano y Bale juntos. No creo que las asociaciones tengan el presupuesto del Real Madrid y la visibilidad que ha tenido el ELA durante una estación del año en la que estamos acostumbrados a vaguear más de lo normal ha sido enorme. Y a coste cero. 

El acto en sí es una tontería graciosa, sí. ¿Dónde está el problema? Estamos acostumbrados a que si no se habla de algo con chaqueta y corbata y poniendo cara de fin del mundo parece que no nos importa una mierda. Añadan que también está el tema de que, dicen, el cubo no repercute en dinero, o no en todo lo deseable. Para las fundaciones de afectados mucho siempre será menos de lo deseable, es lo lógico. Pero en el universo de los que, afortunadamente, no la sufren, poco o mucho es más que nada.

Contribuciones aparte, el reto del cubo helado ha conseguido algo que a las organizaciones mundiales para combatir e investigar la enfermedad les hubiese costado mucho presupuesto: que se hable de ella en todo el mundo. Como mencioné a Panero me parece de justicia citar al, para mí, mejor: Michi. Él definió como nadie -y eso que vivió sin redes sociales, lo que se hubiese divertido- al odiador profesional: "En esta vida se puede ser de todo menos un coñazo". Gracias, Michi.