Creer en el Deportivo durante los últimos cinco años es un
acto de fe. Y hablo del juego. El Real Madrid tiene por mantra que “es de los
socios”, pero el Deportivo no. El Depor es de la ciudad. Esa mística, perdonen
que me ponga intenso nada más empezar, de una ciudad que bebe de un equipo que
recorrió el trayecto de la nada al todo y el inverso tan sólo con un leve gesto
de contrariedad y encogiéndose de hombros. Muy gallego todo. Muy coruñés.
Estos días hay cierta tendencia a minimizar no sólo desde
los clubes, sino desde las aficiones. Los Blues no son tan malos, el Frente son
cuatro y ese fondo está repleto de personas de bien. Hay gente pacífica con abono
detrás de esa portería del Calderón, lo sé; pero no son mayoría. También sé que
hay ‘blues' que se enrolaron por el colorido, las canciones y la animación que
tienen, pero están rodeados de extremismo. También hay una coletilla por Coruña que asegura que el Depor no sería lo que es sin Riazor Blues. Estoy de acuerdo, puede que fuese algo
mejor.
La decisión del Depor de cerrar los dos próximos partidos la
grada de Maraton es, como ellos mismos reconocen, simbólica. De qué, pregúntenle a otro o que cada uno entienda lo que quiera. Ese texto es peligroso
porque deja cierto aroma a víctima sin culpa, desolada, que acaba con el
anuncio de un minuto de silencio mañana en Riazor. Estar a la vez contra la
violencia y guardando luto por un violento es complicado, si no imposible. La
familia de Francisco Javier merece poder enterrarle en paz y guardarle todo el
luto que crea oportuno, pero el deportivismo no le debe homenaje a ‘Jimmy’.
Humanidad no es sinónimo de comprensión. Afligidos sus familiares y amigos, pero
al resto del estadio déjenlo desmarcarse de lo que ocurrió el domingo.
En la misma nota, el Depor anuncia entradas
a un euro para convertir Riazor en eso que los cursis llaman “la fiesta del
fútbol”. Cuantas más bajas las entradas, más jóvenes con pulmones para animar.
Parece sencillo. No sé si a Tino se le ha pasado por la cabeza echar a los
Blues de Riazor y ofrecer ventajas económicas en abonos, entradas y
desplazamientos como incentivo para la creación de una peña de animación que
haga eso. Y sólo eso. A la primera bronca, a la calle. Ejemplos, también en
España, tiene.
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