La marcha de Alonso no debe ser en vano; su sacrificio exige una recompensa. Me explico: cuando al planeta Tierra llega un bicho bola rosa llamado Bubú y los grandes luchadores ven que es imposible derrotarlo por muchos capítulos que lleven, Vegeta, el príncipe de los Superguerreros, toma una decisión trascendental: inmolarse. No puede volver a resucitar ni siquiera juntando las bolas, ve cómo el universo se desmorona y toma la que cree mejor y única decisión: juntarse a Bubú y pegar un petardazo que los avíe a los dos. Su sacrificio es por un bien superior y todos así lo entienden. Claro, todos menos Yamcha, pero es que él es idiota.
A Alonso le vale el apodo de príncipe. Una elegancia que se va. Quedan CR y Ramos de referentes estéticos. Eso y el dragón de la camiseta, casi nada. Xabi es Vegeta. El Madrid, el planeta Tierra y el bicho bola, bueno. Ya supondrán. Cierto es que Bubú vuela, y eso permitiría al aficionado madridista no sufrir tres infartos en cada balón aéreo, pero la comparación sigue siendo válida. Xabi no puede vencer, ve cómo caen otros superguerreros y toma la decisión: me inmolo. No para llevarse consigo a nadie, sino para abrir los ojos de quién y cómo maneja el cotarro. Además da otra lección que el madridista debería recordar: Xabi se va sin que se le pueda echar en cara que sobraba. Nadie podrá decirle que estuvo cobrando bien y viviendo mejor una jubilación anticipada. Hay quien se va sin que se le pida y hay quien se queda entre empujones. Fue un placer, Xabi.
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