lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Y un jamón!

Sabrán la historia. Un profesor habla de la curación del jamón en clase como ejemplo de lo bien que le sienta a la pata del cerdo el clima frío y seco de la sierra alpujarreña, un niño musulmán le dice que se siente ofendido con eso de mencionar al cerdo, tabú para él y el profesor le reprende, que ya elegirá él las comparaciones y explicaciones convenientes que para algo tiene la tiza por los cuernos y es el que manda borrar la pizarra.
Hasta aquí parece una de tantas historias absurdas que se dan en las aulas y que suelen terminar con los niños educados por familias bienpensantes pasando la mano por encima del hombro del ofendido diciendo que no se preocupe, que don Ramón es un carca y un facha y no piensa en los demás y que es abuso de autoridad lo del mamón de Ramón. Los otros, los avispados, le mirarán con la cara de este niño de dónde ha salido y se reirán de él en el recreo y durante cuatro meses más con la coñita del jamón de Ramón. Sin embargo, en esta ocasión, ni el profesor se llama Ramón (se llama José, pero no me rimaba) ni todo terminó en el ostracismo durante meses del niño que criticó el jamón -ahora los psicopedagilipollas dirán que promuevo el mobbing, cuando lo que describo son los recuerdos de mi infancia donde no existían palabras raras en inglés para denunciar lo que de toda la vida se ha llamado marginar por idiota- sino que ha terminado con una denuncia de los padres del muchacho contra el profesor por considerar que ultrajó el honor del chaval. Ni que le llamase moro y amenazado con una pata de jamón en ristre, ni que le hiciese comer por cojones unas lonchitas de jamón curado, simplemente usó el ejemplo del jamón para una explicación y en estas estamos.
La situación roza lo grotesco, imagino que para ustedes también, sin embargo un espacio en mi cabeza no deja de pensar en que cierta parte de la gente estará de acuerdo con la denuncia. Que qué clase de respuesta es esa por parte de un profesor, que menuda desfachatez y falta de respeto para con sus alumnos. Que en los mundos de Yupi que son el siglo XXI estas cosas no se pueden permitir y que ya está bien de tanto autoritarismo en las aulas, que el diálogo, la comprensión y la interactividad profesor-alumno son las nuevas formas de comunicación y no esa tontería de hablar cuando se te da la palabra tras alzar la mano. Si hemos llegado a esta situación es porque hemos degenerado tanto que creemos que antes de estar bien con uno mismo hay que estarlo con los demás y que es más importante sonreír y parecer un idiota sumiso que poner cara de mala leche y decir las cosas como son o como creemos que son. Y así se llega al punto de que creemos que tendremos la condescendencia de un juez y la lástima de la sociedad a la hora de que un profesor hable sobre jamón delante de un musulmán. Así las cosas no se podrá hablar delante de un judío de Jesucristo, de un hindú de filetes de ternera o de un cristiano de hogueras, por recordarle tiempos mejores. En tal punto está la sociedad que damos bombo a una majadería de unos padres que si se ponen así de radicales con un trozo de cerdo a saber cómo piensan acerca de inmolarse e irse con las 72 vírgenes que promete su religión tras llevarse por delante a occidentales carnívoros. No soy alarmista, por si alguien me quiere tachar con las etiquetas fáciles, sólo correlaciono actuaciones de mentes enfermas de buenrollismo que puede derivar en ese odio cerval a todo lo que no sea de uno, como el jamón o como las vidas de personas que no profesan la religión de Mahoma. Y ahora que le rían las gracias y le den palmadas al hombro al niño que se sintió ofendido porque se habló de jamón en un instituto. Sigue siendo verdad que es más peligroso un tonto que un malvado.