lunes, 8 de noviembre de 2010

Gobernar al desgobierno

Pues menos mal. Por suerte rectifico a tiempo y todo gracias a Francisco Caamaño -ministro de Justicia, si no les suena el nombre créanme, eso que tienen ganado-. Ya me estaba viendo torpedeado a críticas y volviendo a ser el “facha”, nombre ya familiar para mí ya que lo usan mucho cada vez que me opongo a estas cosas que unos pocos ilusos de cabeza vacía llaman “progreso” y otros llamamos “gobernar de cara a la galería”. Porque no me entra en la cabeza que en una época de desastre generalizado los éxitos más llamativos de una España que es el payaso de Europa sean una ley del aborto, ser un don nadie en el ámbito diplomático bajo el dominio del “vale, lo siento. Lo que tú digas”, una antitabaco y el non plus ultra que demuestra lo progre y lo social que somos (no como Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos; anclados en la cultura retrógrada más casposa): la tontuna de reforma del Registro Civil que hace que los padres decidan el orden de los apellidos y en caso de no estar de acuerdo, pues carretera y manta: por orden alfabético, que para algo inventamos el abecedario.
Declaró el ministro que es “inconstitucional” la primacía del apellido paterno; y porque no he oído a Bibiana Aído, la ex miembra del Gobierno, que si no lo hubiese tachado de restos de la mentalidad franquista, machista, anacrónica y tozuda de los machos alfa españoles y que o empezamos a poner los apellidos femeninos delante o la violencia de género no terminará jamás. Pues eso, menos mal que me han avisado a tiempo de que es inconstitucional defender que las cosas sigan como estaban, porque pensaba hacerlo; y no ya por conservador, sino por lo innecesario de cambiar algo que la sociedad ni se pronunció ni se la espera porque, de verdad señores del Gobierno, a la gente se la suda.
La “conquista social y jurídica” que supone la norma, siempre según este Gobierno al que le quedan menos de dos años, lo único que va a generar son más disputas por ver qué mola más, si Gómez García o García Gómez, e imagino que García (papá o mamá o, por no ser más “constitucional”, progenitor A o B, tanto da) dirá que no está para nada de acuerdo con la idea, mezquina, de Gómez y así, por arte de magia de la “a” de García, ganará la disputa el progenitor A o B, tanto da, de apellido García. Perderá un matrimonio, pero su vástago extenderá una generación más la estirpe de los García. Eso sí, por mucho que las mujeres de bandera (dominantes, femeninas e inteligentes y conocedoras de todo su poder que supera, con creces, el de los hombres) se presten a tener por parte de los hombres hacia ellas la misma política diplomática que Moratinos con cualquier país, están abocadas a perder la batalla si éstas son de la estirpe de los Pino, Zafra o Ybarra. Aunque esas mujeres que saben de su fuerza y viven orgullosas de su condición -y no acomplejadas como todas las erizas- saben que es la menor de las batallas y que el respeto no se gana por tener un apellido delante del otro, sino en el día a día, y seguramente esa Pino, Zafra o Ybarra ya tenían asumido, si soñaban formar una familia, con aquel chico que les gustaba e imaginaba unos apellidos de carrerilla donde, sí, el Pino, Zafra o Ybarra seguían cualquier otro.
El ministro tiene suerte, su apellido comienza por la tercera letra del alfabeto, y a no ser que fecunde a una Albión, Aído, Albarrán, Arteta, Barragán, Blasco, Bermúdez o, por Dios, Borbón, su apellido será cabecera del infante. Si permite que se desplace Caamaño al segundo lugar del escalafón de apellidos será por una actitud de condescendencia para con su amada López, ya que él es una caja de valores y principios sociales y de progreso propios de este siglo XXI que tan bien está sentando a España.
Rediós, que alguien gobierne a este desgobierno de España y se preocupen, si es que pueden -cosa que dudo- de intentar que el país no se vaya más todavía a la mierda, porque hay mucha gente (cada vez más, según “los datos”) que lo que quieren es dar de comer a su hijo, no decidir el orden de sus apellidos. Si se dejasen de juegos de magia y cortinas de humo seguiría siendo un Gobierno patético, pero por lo menos lo intentaría, que es lo que se les dice a los niños cuando algo no les sale bien.